domingo, 18 de octubre de 2015

Perdemos la conexión

Voy a tener que dejar de escribir durante unas semanas. La fecha límite para presentar el Trabajo de Fin de Master es el 1 de diciembre y necesito todo el tiempo que pueda para dedicárselo  a ese bastardo exigente.

Puede que escriba alguna entrada, pero no puedo garantizar la regularidad semanal que intento cumplir de normal. Por Facebook seguiré subiendo alguna fotillo o algo rápido, para que sepáis que sigo vivo, mayormente.

No quiero colgar el cartel de “cerrado”, prefiero colgar el de “vuelvo en 5 minutos”. Pero no un “vuelvo en 5 minutos” de Antena 3, que ya sabemos cómo acaban sus vacías promesas de que la película que estás viendo reanude la trama.


Espero que me podáis perdonar, pero en diciembre volveré. Como los turrones, polvorones y la lotería.


lunes, 12 de octubre de 2015

Tu también puedes sentirte como un rey en Mesopotamia



Uno de los axiomas que nos repiten a los historiadores durante toda la carrera es que “la Historia Comienza en Sumer”. No es que haya empezado a mezclar idiomas y que la Historia empiece en verano (a excepción de la historia de este blog, que empezó un verano especialmente aburrido), es que la escritura nace en Mesopotamia. Sin escritura no hay Historia, lo que hay es prehistoria. Y a nadie le gustan  un montón de mancebos cubiertos de pieles y con nulas capacidades de expresión artística.

Allá por el 3000 a.C. (5000 años antes de la vida moderna) Mesopotamia era un hervidero de cosas guays y tipos pintorescos. En esa zona aparecieron las primeras sociedades estatales, entendiendo el estado como una colaboración entre ciudadanos para crear una sociedad con roles especializados. Quizá estoy siendo demasiado farragoso, así que lo explicare de otra forma: en una sociedad tribal, tú podías matar a tu vecino y quedarte con sus tierras y lo máximo que podría ocurrir es que sus familiares directos clamaran venganza. Con la creación del estado, no sólo podías defenderte de ataques de otros individuos sino que podían imponer castigos legales.

Pero no todo era color de rosa, porque estas sociedades eran tremendamente supersticiosas. Los ejecutores y redactores de las leyes no eran abogados ni nada parecido, eran sacerdotes de dioses que, digamos, no iban sobrados ce compasión. Los dioses mesopotámicos eran implacables y crueles, nada que ver con los dioses simpáticos de los egipcios o con los futuros dioses griegos, llenos de defectos humanos.

Hammurabi después de haber bajado de su longboard y haber tirado el vaso del Starbucks que se acababa de beber