La última guerra en la que se metió España fue la Guerra de
Marruecos. La Guerra Civil no cuenta, porque todo quedó entre amigos y las
misiones “humanitarias” y de paz tampoco, porque a nadie le gusta admitir que
eso es una forma de guerra. Estoy hablando de guerra-guerra. De que el rey
pensara “joder, la he cagado y ahora estamos en guerra con esos capullos”.
España había salido de la guerra contra Estados Unidos
bastante trasquilada. Las últimas colonias de ultramar se habían perdido y lo único
que le quedaba a España era un intenso dolor de culo donde EEUU le había pegado
una patada bien fuerte. Era lo que todos conocemos con el pintoresco nombre de “el
desastre del 98”.
He de decir que la historiografía actual coincide que no fue
tan “desastre” en términos socioeconómicos porque nos quitamos de encima una
guerra que lastraba nuestro reserva monetaria y que era tremendamente impopular
en la sociedad del momento. La tradicional frase de abuela “más se perdió en
Cuba” continuaba diciendo “y vinieron cantando” (pero pocas personas se
acuerdan de ello). Lo cual quiere decir que el desastre del 98 fue un desastre
en lo relativo a la cultura y el mundo militar.
La única forma de tomarse en serio el poder colonial español: llamarlo Kolonialtruppen. Porque todo en alemán queda mucho más serio y militar.
Estos últimos, para demostrar que España seguía siendo una
nación fuerte (y supongo que como nación fuerte había perdido sus últimas
colonias “porque había querido “) estuvieron encantados de lanzarse a la
aventura colonial en Marruecos. Pero ¿Por qué un país vecino sin ningún tipo de
nexo cultural? ¿Por qué no anexionarse (un momento, que me pongo serio para no reírme)
Portugal?
Francia y Gran Bretaña se disputaban el control del Estrecho
de Gibraltar y ninguno de los dos países daba su brazo a torcer, así que
llegaron a la conclusión de poner un pelele de país que se pudiera despachar
sin problemas en caso de que se pusiera demasiado chulo. Ese país era España. Y
estaba encantada de colonizar algo.
En otras palabras, España salía derrotada de una guerra
impopular y terminaba metida en otra guerra impopular para demostrar que, como
nación, seguía siendo un chico malo. Francia se quedaba con la mayor parte del
Sultanato de Marruecos, mientras que España le tocaba la zona del Rif. Por su
parte, los habitantes del Rif no querían su dosis de progreso occidental y se
rebelaron desde un primer momento.
Abd el-Krim, principal cabecilla marroquí, nombrado "insurgente más guapo de 1925" por la revista Time. O algo así.
España tuvo la brillante idea de fortificarse, construyendo
centenares de pequeños fortines en lo alto de las montañas para resguardarse de
los ataques de las guerrillas rifeñas. Esta decisión, que estratégicamente es
correcta, fue una idiotez en materia de suministro, ya que en dichos fuertes
escaseaba uno de los recursos más importantes en los climas desérticos. El
agua, que tenía que ser subida con animales de tiro, era muy fácil de
interceptar a medio camino por las guerrillas.
La calidad del agua que tenían la hacía imbebible. Bueno,
realmente te la podías beber, pero eso equivalía a una entrada en primera fila
para el festival de la disentería. Los veteranos recomendaban no beber agua si
no era mezclada con algo de alcohol para “purificarla”. Y por las mismas
razones, la comida no era mucho mejor. Se decía que las galletas de campaña
eran tan duras que había que cortarlas con machete o que eran excedentes de la
campaña de la Guerra de Cuba, por ejemplo.
La verdad es que gran parte del equipamiento del soldado
español en Marruecos estaba alarmantemente atrasado y venían de excedentes militares
con la fecha de caducidad borrada por el paso del tiempo. Los uniformes y
suministros destacaban por su estado lamentable ya que cualquier cosa que fuera
mejor que la media era utilizada como mercancía en el mercado negro: lonas para
tiendas de campaña, mantas, zapatos, uniformes… si querías algo más que harapos
agujereados, tenías que aflojar la pasta.
El principal aporte de España para el arte de la guerra: alpargatas de combate, así, como concepto.
Por todo ello era normal que la moral de la tropa española
estuviera por los suelos. Había que sumar la falta de moral desde el reclutamiento a la falta de moral por suministros. Eso sin olvidarnos de la falta de moral por la climatología. Todo ello hacía que unas “tribus atrasadas” que se
escondían en las montañas derrotaran a un ejército superior, por lo menos en cuestión de números. Y,
mientras tanto, Francia se daba de cabezazos en su lado del protectorado por la
inutilidad de sus socios coloniales.
Podría seguir escribiendo muchísimas cosas sobre la Guerra
de Marruecos: el Desastre de Annual, Alchucemas, lo poco que valía la vida del
soldado… pero creo que se puede describir con tan solo una palabra.
Pues si, totalmente de acuerdo en todo lo que escribe sobre la Guerra de Marruecos. Uno de los hermanos de mi abuelo, militar de carrera, murió con poco mas de 40 años, enfermo de las fiebres contractadas luchando en ese pais.
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