domingo, 15 de febrero de 2015

La Guerra Civil española (vol. I)



Nada mejor para recuperarse de la resaca de San Valentín que una guerra. Y no una de esas guerras de pacotilla que no importan a nadie. Vamos a hablar de una guerra de la que en muchos sentidos no se ha pasado página. Vamos a hablar de la Guerra Civil.

Que la guerra de 1936 sea considerada la Guerra Civil, asi, con mayúsculas es la forma de decir que fue la gran guerra civil. Al igual que la Primera Guerra Mundial se llamó la Gran Guerra porque no tenía comparación con los conflictos bélicos que habían azotado Europa hasta entonces, la Guerra Civil fue la madre de todas las luchas fratricidas entre españoles. ¿Guerra de independencia? Minucias ¿Las varias guerras  carlistas? Una pataleta.

Si algo caracteriza los inicios del siglo XX es su ruptura. Las nuevas forma de política entran en juego y la sociedad tradicional se encuentra amenazada por la nueva sociedad de masas. Las ideologías se convertirán en algo por lo que matar y morir. Aparecerá el radical político, pero “radical” de pistola en mano, mal afeitado y cicatriz en la cara y no como ahora que se ha abusado tanto del término que se podría considerar “radical” a mi abuela que va a misa todas las tardes.


No te dejes llevar por las apariencias: todos estos obreros tienen pistolas no registradas por las autoridades competentes y están dispuestos a usarlas de una forma que a su lado Rambo parecería un objetor de conciencia.

Bueno, pues la polarización entre izquierdas y derechas se tradujo en una conflictividad callejera que la Segunda República no era capaz de controlar. Una espiral de violencia en la que la acción se contestaba con una reacción que desencadenada otras acciones posteriores y así ad nauseam. Pero la mera violencia callejera no es todo, por el mismo precio también había: temor de los conservadores al proceso de revolución que hiciera peligrar su way of life, resentimiento militar que veía mal los nuevos sus intereses corporativos, de clase y visión del orden social que traía el Frente Popular y, como guinda del pastel, el asesinatos del teniente Castillo y de Calvo Sotelo. Ahí es nada.

La sublevación tuvo lugar el 17 de julio de 1936 en Melilla. Acaba triunfando en todo el norte de África y toda Castilla la Vieja, Aragón y Extremadura, así como capitales de provincia de toda España. Quedaba fijada la España de la Guerra Civil, pero no fue suficiente. No fue como con Primo de Rivera, que nadie movió un dedo, en esta ocasión pronto se formaron dos bandos para apoyar y destruir al gobierno electo y quedó claro que el poder lo otorgaría la victoria armada.

Los militares que veían en peligro su status por las diferentes políticas de la República, tanto a nivel de clase social como a nivel de jerarquía militar, veían también como militares su concepción de España y el orden social en peligro.

Ojo con el monaguillo, que también reparte hostias

La Guerra Civil  habría quedado como una simple guerra más en la historia de España de no ser por el componente de lucha de clases y la contienda religiosa. Un enfrentamiento entre las visiones de España de diferentes sectores de la población. Ninguno de los dos bandos presentaba grandes fortalezas ni debilidades.

En la zona nacional quedaba la zona interior productora de cereal. Diferentes mandos territoriales  se repartían la otra mitad del ejército de tierra, incluyendo las tropas veteranas de África.
La aviación y la marina se quedaron de parte de la República. Parece que la mitad del ejército se había quedado de parte de los republicanos, pero era un ejército desarticulado, inexperto y sospechoso. Lo bueno es que los republicanos contaban también con el oro del Banco de España y con la zona industrial, pero las instituciones gubernamentales pronto quebraron y todo el mundo empezó a llevar a cabo su particular visión de la revolución social.

Oye, que se que estáis aquí haciendo la guerra y tal pero yo solo quiero hacerme el chulo con mi pistola de mierda. Sólo será un minuto.

El avance desde África por parte de los nacionales pasó por Andalucía occidental y Extremadura, llegando a Madrid y sitiando la ciudad. Pero Madrid no fue tan fácil de tomar como habían previsto y cambiaron de objetivo para centrarse en el norte de España. Los republicanos, que no habían ganado ninguna batalla importante, lanzaron la ofensiva de Teruel para impedir que Madrid quedara aislada, tomando la única capital de provincia que tomaron los republicanos en la guerra para ser reconquistada por los nacionales en unas semanas. Pero algo es algo.

Los nacionales avanzaron sin especial oposición por Cataluña. La única batalla de mención fue la Batalla del Ebro, un último gesto de resistencia feroz por parte de los republicanos. A pesar de todo, la guerra ya estaba decidida y acaba el 1 de abril de 1939.


La semana que viene más Guerra Civil, que esto ha sido los entrantes y no quiero que mis lectores se empachen. Pan, agua y vino de la casa están incluidos en este menú.

Continúa por aquí.

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