domingo, 26 de octubre de 2014

El Sexenio Democrático



Un domingo más, toca hablar de cosas de historia, en concreto del Sexenio Democrático. O Sexenio Revolucionario, todo depende de lo conservador que fueras en aquella época y la facilidad de que te llevaras las manos a la cabeza.

Aunque se divide en tres etapas menores diferentes, oficialmente inicia en septiembre de 1868 (con La [revolución] Gloriosa) y finaliza en 1874. Seis años. Sexenio. Fácil ¿no? Pues estos seis años son los que fundamentan los prejuicios que hacen que odie el siglo XIX español. Porque son seis años de fechas, nombre, caos e inestabilidad política.

Progresistas y demócratas se unen mediante el Pacto de Ostende para derribar a Isabel II, que favorecía demasiadas veces al partido moderado. Más adelante se les une el General Serrano y el partido de Unión Liberal. Todos ellos creían que Isabel II había dejado de ser la reina que representaba a todos los españoles para ser únicamente la reina del partido moderado. Y además, Isabel II era un poco facilona (no ayudaba a mejorar la imagen el que tuviera una colección de amantes nada disimulada) y por aquel entonces la monarquía estaba en entredicho.

Isabel II, por raro que parezca era considerada sexy en la época. Otra de las razones para odiar el siglo XIX.
La crisis económica impulsó a la burguesía y a muchos civiles particulares a participar en la revolución de 1868, probablemente con el recuerdo idealizado de las Cortes de Cádiz. El ejército se sublevó  un 18 de septiembre y se constituyeron Juntas Militares en todas las provincias españolas con una velocidad que hizo a la reina huir a Francia el día 30 con algún rabo entre las piernas.

Una vez estuvo fuera de suelo español, se eligió por sufragio por sufragio universal masculino unas Cortes Constituyentes. Esas Cortes serán las artífices de la Constitución de 1869, que suponía soberanía nacional, división de poderes, derechos y libertades individuales para el ciudadano y el establecimiento de una monarquía parlamentaria. Durante tres años controló España un gobierno provisional con los generales Serrano, Prim y el Almirante Topete al mando.

Juan Bautista Topete. No me importa lo solemne que parezca en el retrato, me reiré siempre al oír su nombre.

Pero había un problema. Si, éramos una monarquía parlamentaria por gracia de nuestra Constitución, pero no teníamos rey. Así que a alguna mente privilegiada se le ocurrió una idea innovadora: ¿y si elegimos al monarca? Y ante esa pregunta, todos los países importantes de Europa presentaron al candidato de turno esperando conseguir el trono español en la sección de saldos de la colección otoño-invierno de 1871.

Fernando II de Portugal, Antonio de Orleans (duque de Montpensier), Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, Amadeo I de Saboya y otros candidatos menores (como Baldomero Espartero, que había cogido gusto a eso de mandar) se presentaron al trono. Los franceses se enfadaron con los alemanes por proponer un candidato. Los alemanes se enfadaron con los franceses por proponer un candidato. El portugués se dio cuenta donde se metía y renunció voluntariamente. Y Espartero ya chocheaba.

Minipunto para Fernando II de Portugal por verlas venir: el pobre Amadeo no supo donde se metía hasta que fue demasiado tarde.  Le mataron al General Prim, su principal apoyo político. Los monárquicos tradicionales estaban escandalizados teniendo un italiano en el trono. Los demócratas y republicanos lo despreciaban abiertamente. Las colonias se agitaban inquietas clamando por su independencia. Los obreros empezaban a tener conciencia de clase.

Yo habría apoyado la candidatura de Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, no porque sea un germanófilo irredento sino por su barba señorial acorde con la sonoridad de su nombre.

Dos años duró Amadeo en el trono español (de 1871 a 1873) hasta que se hartó de que le pusieran la zancadilla a cada paso que daba. No está documentado, pero en mi personal interpretación me lo imagino tirando la corona al suelo y diciendo “ahí os quedáis, cabrones, voy a comerme unos espaguetis boloñesa”. Aunque la verdad es que no habría sido mal rey porque el pobre le ponía ganas.

Tras la segunda abdicación en menos de 5 años, España no estaba preparada para tener otro rey. Pero tampoco es que estuviera muy preparada para un régimen republicano, precisamente. Se proclama en 1873 y dura la friolera de 11 meses. ONCE-MESES. Me he echado siestas más largas que eso, por Dios.

Me estoy dejando llevar por mis pensamientos. En esos meses se sucedieron cuatro presidentes, lo cual hizo que de media los presidentes pasaran más rápido que las estaciones, por ejemplo. Figueras (5 meses de mandato), Pi y Margall (37 días de mandato), Salmerón (4 meses de mandato) y Castelar (4 meses) fueron los cuatro efímeros presidentes, el último de ellos depuesto por un golpe de estado orquestado por el general Pavía.

En esta alegoría el gallo representa el gallinero en el que se convertirá el país. O algo así. No se, estas cosas se las inventa la gente para quedar como alguien profundo y maduro intelectualmente.

Pese a lo patético que suena ese primer intento republicano, durante esos once meses se abolió la esclavitud, se suprimieron las quintas y se aprobó una Constitución (la de 1873) mucho más igualitaria. Sin embargo, desde un principio la república contó con la oposición de monárquicos alfonsinos y carlistas. Las tensiones sociales entre campesinos sin tierra y terratenientes estallaron en Andalucía. Las reivindicaciones obreras se hicieron más fuertes. Estallaba la Guerra de Cuba en la colonia y una nueva Guerra Carlista en la Península. Y el gobierno republicano no pudo hacerles frente cuando los propios republicanos estaban enzarzados en una lucha intestina entre federalistas y unitarios.

Y la causante de todo esto, fue Isabel II y su manía de apoyar a un único partido. El nuevo sistema que enmendaría los errores republicanos debería cambiar con asiduidad pero siempre de unos límites políticos prefijados, tal y como Cánovas elucubraba. Así quedaba recogido en el manifiesto de Sandhurst, que parece algún tipo de salchicha pero es una academia militar británica en la que estaba estudiando el que iba a ser el próximo rey de España: Alfonso XII.

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