lunes, 4 de agosto de 2014

Los Decretos de Nueva Planta y el fin del foralismo


Si alguien le preguntara a cierto profesor que me dio clase este año que qué supone el fin del foralismo para Aragón, probablemente vería como un señor ya mayor se pone en posición fetal y solloza durante un buen puñado de horas. Si me preguntaran a mí, diría que el fin del foralismo supone el fin de las instituciones características de Aragón en la Edad Moderna. Si le preguntaran a un campesino aragonés del siglo XVII probablemente me encogería de hombros y preguntaría que qué era porque a la hora de la verdad los que realmente se beneficiaban de los fueros eran los de siempre, los estratos superiores de la sociedad.

Pero en teoría, como aragonés que soy, no puedo decir esas cosas o la policía de la foralidad me arrestará, me meterá en una oscura celda de alguna mazmorra y no podré apelar siquiera al Justicia. Así que ciñámonos a los hechos.

La cara de Carlos II es como contar el chiste del perro Mistetas, humor con solera y sin complicaciones

Carlos II lo tenía todo. Retraso mental, fuerza de un niño de 5 años, facilidad asombrosa para enfermar y dificultad asombrosa para hacer tareas sencillas… y, por supuesto, esterilidad (cuando tu familia se lleva casando entre primos durante siglos, es lo que te toca). Cuando murió, tardando más de lo que la gente esperaba, resulta que no había tenido descendencia ni legitima ni ilegitima.

Así que el trono estaba vacío y el culo de algún noble tenía que rellenar ese hueco ¿Sería Felipe de Anjou o el Archiduque Carlos de Austria? El primero contaba con el apoyo de Francia y el segundo con el de Austria. El conflicto, lejos de quedarse en palos entre españoles, se internacionalizó. Es lo que se denominó la Guerra de Sucesión Española.

Los españoles, ese pueblo que va a una guerra civil con una sonrisa de oreja a oreja. Fraticidas, si, pero felices.

Una autentica guerra civil entre españoles que se saldó con el triunfo del pretendiente Borbón (Felipe V) y una reorganización del Estado siguiendo el modelo francés, esto es, centralismo puro y duro. La dinastía borbónica estableció una capital político-administrativa fuerte frente a la anterior “monarquía compuesta”, lo que favorecería el futuro absolutismo monárquico de inspiración francesa que iba a llegar.

En otras palabras: la Corona de Aragón desaparecía como tal. Cortes, Diputación, Justicia… todas esas instituciones dejaron de existir con los Decretos de Nueva Planta de 1707. País Vasco y Navarra conservaron sus fueros, lo que se interpretó como una forma de castigar a la Corona de Aragón por haber apoyado a quien no debían. La resistencia en la Corona Aragonesa duró hasta 1714, con la toma de Barcelona por parte de las tropas felipistas.

La llamaron Guerra de Sucesión, pero bien podría haberse llamado Guerra de los Pelazos

Como ocurre siempre con las batallas, las que las pierden tienen que sufrir represión. Se persiguió a aquellos que habían apoyado al Archiduque Carlos por toda España. Comenzaba un cambio de dinastía en el trono español que daría importancia a las leyes castellanas. Podría decirse que la España que vivimos actualmente es fruto de la Guerra de Sucesión: los catalanes se afanan en recordar aquella vez que los castellanos sitiaron Barcelona y, para ser sinceros, la hegemonía castellana en la Península surge de esta guerra.


Pero realmente es una guerra que ninguno de los dos candidatos ganó: El Archiduque Carlos porque le dieron pa´l pelo y Felipe V porque se tuvo que conformar con los restos del Imperio Español. Las posesiones en Italia, en Países Bajos e incluso Menorca y Gibraltar (que pasaron a manos de los habitantes de la pérfida Albión) dejaron de ser territorios españoles.

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