lunes, 7 de julio de 2014

Miguel Primo de Rivera: ese hombre



A falta de tener un papel que me acredite como tal, podría decirse que soy oficialmente un historiador.  Si, quedan un par de detalles sin importancia de los que la implacable burocracia se ocupará a su debido tiempo, pero en términos generales ya tengo la carrera acabada. Bueno, para ser sinceros totalmente, también me falta el Trabajo de Fin de Grado (el infame TFG) pero eso es porque prefiero tener un verano por delante para pulir detalles porque resulta que cuanto más leo, más quiero profundizar sobre la dictadura de Primo de Rivera.

A lo largo de dos entradas ya había abordado el tema en este blog. Sin embargo, todos los regímenes dictatoriales están fundamentados en la figura del dictador, que encarna el nuevo sistema político que se propone. Mussolini y Hitler tenían una fuerza y un simbolismo abrumador que hacía que las sociedades dejaran de lado su racionalidad y abrazaran un fanatismo… pero ¿qué tenía Primo?

Desparpajo andaluz.

Primo de Rivera en su uniforme de "Dandy veraneante"
No, en serio. Miguel Primo de Rivera no tenía ni idea de política, pero se le perdonaba todo por ese salero que tienen los andaluces. Y si, caigamos juntos en el tópico fácil. Toreros, sevillanas, España profunda… todo eso se daba la mano en armonía en la figura de Primo de Rivera. Hoy nos parecería chabacano y casposo, pero en la época era bien visto. Si viviera hoy en día probablemente disfrutaría del humor de los Morancos, escucharía Radio Olé, no se perdería ni una corrida de Toros y probablemente saliera en la televisión opinando de todo (más o menos como hace Pérez Reverte) sin que realmente le hayan preguntado.

La personalidad de Miguel hacia que cayera en una especie de optimismo ingenuo y una buena voluntad propias de un personaje de Juego de Tronos de esos que no pasan de los prólogos. Aunque él no fuera uno de esos políticos de carrera, creía que con buena voluntad se podrían arreglar los problemas de España. El que no fuera un intelectual sino un militar hizo que muchas veces sus soluciones fueran un tanto curiosas y generaran desconcierto entre partidarios y detractores
La dictadura de Primo de Rivera nunca tuvo la mala prensa que las dictaduras europeas posteriores. Esto es, probablemente, a que en vez de tener una actitud despótica tenía una paternalista. No se limitaba a reprimir, también ofrecía ventajas sociales para compensar los derechos políticos perdidos: puede que las elecciones no fueran libres, pero se mejoraron las infraestructuras por todo el país y se mejoró las condiciones laborales (entre otras muchas medidas). En los comités paritarios (un método sindical en el que se reunían patronos y obreros a negociar bajo el arbitraje del Estado) la patronal creyó que el dictador se ponía de parte del movimiento obrero demasiadas veces, lo que llevó a que lo acusaran de querer introducir el bolchevismo. ¡El padre del fundador de la Falange acusado de ser un peligroso comunista!

Primo de Rivera descansando en un sillón en pose desenfadada y poco dictatorial, sin meter su incipiente tripilla nada militar

Primo de Rivera, aunque  miraba como una quinceañera a Mussolini, careció de la crueldad. Él prefería una mesiánica visión de sí mismo, su destino era el de sacar a España de su atraso y su corrupción política con la sinceridad, laboriosidad y buena voluntad que él traía. El éxito (vamos a considerar éxito el que no se lo cargaran violentamente antes de tiempo) de la dictadura tuvo mucho que ver con la personalidad afable del dictador.

Y ahora voy a hacer algo que no suelo hacer: citar a una figura de autoridad. Javier Tussel, en su Historia de España en el siglo XX (vol. 1: Del 98 a la proclamación de la República) habla de esta forma en la página 456.

La bondad natural, carencia de formación y condición de cirujano de hierro de Primo de Rivera lo abocaban a un paternalismo que se traducía a menudo en manifestaciones pintorescas, como desempeñar objetos del Monte de Piedad en un momento en el que el presupuesto alcanzó superávit, ocuparse personalmente del caso de un carbonero desahuciado o recomendar un régimen dietético a los españoles. No tuvo inconveniente en rectificar su criterio en más de una ocasión porque lo contrario sería un exceso de “amor propio”. A pesar de ser dictador, Primo de Rivera no rehuyó el contacto periódico con las masas populares. Escribía notas oficiosas sobre todo lo divino y humano, “restando – según declaró -  horas de sueño tan necesario después de un día de ruda labor que habré de reemprender dentro de cuatro horas”. En ocasiones recomendó la cría del gusano de seda o hacer gimnasia; en otras alegó en su favor que “alegres y seductoras modistillas” le consideraran el salvador de la Patria. Cuando se tomó unas vacaciones aprovechó la ocasión para redactar un catecismo ciudadano en donde se recordaba la obligación de emitir el voto cuando, por supuesto, no había elecciones.

Primo de Rivera, la única persona a la que Pablo Iglesias respetaría pese a ser "casta"

Frente a estas visiones tan humanas y terrenales, se buscaba crear una imagen mucho más heroica y a la altura de un dictador. Por esa razón se escriben obras como Psicología del dictador, en la que se glorifica al dictador hasta llevar al peloteo estatal a cotas nunca vistas: “Primo de Rivera se caracteriza por su sentido de la Justicia y su bondad” se puede leer solamente en el índice. Ya dentro del libro traza a la dictadura en general como un sistema perfecto que incluso trata con misericordia a los grupos hostiles que buscan acabar con ella. Obviamente esta obra, escrita ya en 1929 cuando casi nadie apoyaba el sistema dictatorial, es un mero texto que buscaba lavar el cerebro de la gente (no en vano en la contraportada advierte que “Es propiedad de la Junta de Propaganda Patriótica y Ciudadana”.


Por todo ello, Primo de Rivera me resulta un personaje atípico, rozando a veces la excentricidad, al que se le he cogido cariño pese a ser un dictador militar.

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