domingo, 3 de marzo de 2013

Cincomarzada: esa costumbre de bárbaros




O al menos eso es lo que dicen cada año en el Heraldo los carlistas aragoneses. Ese cinco de marzo de 1838 y enmarcado en la Primera Guerra Carlista (si, a los españoles nos va el rollo “guerra civil” y matarnos entre nosotros desde incluso antes del 1936) los habitantes de la ciudad del Ebro liaron la del pulpo en cada calle y en cada casa.

La ciudad de Zaragoza, con una guarnición isabelina simbólica, se creía presa fácil de los casi tres mil soldados de Juan Cabañero. No era una conquista, solo una operación de saqueo y destrucción para sembrar el miedo en la retaguardia isabelina, una operación para desbaratar el punto seguro al que se iban a replegar en caso de retirada las tropas liberales.

Isabel II de España y I de Mordor. Con aspirantes al trono de tanta belleza interior comprendo a los carlistas

Los pobres carlistas ni llegaron al centro de la ciudad: los ciudadanos zaragozanos salieron a la calle con palos y cuchillos de cocina con la mala ostia que caracteriza a la gente que tiene que soportar el cierzo azotando la cara todos los días cada vez que sale al descubierto. El resultado fue que los carlistas se retiraron vergonzosamente ante el ataque de una muchedumbre mal armada con aperos de labranza, armas de caza, agua hirviendo y maceteros volando desde los balcones.

Carlistas huyendo de la batalla como un francés cualquiera en 1808

Después de esta muestra de mala leche y cojonazos toreros no quedó más remedio que ponerle “5 de marzo” a una calle y darle el título de “siempre heroica” a la ciudad de Zaragoza en el periodo isabelino. Es curioso como durante  la dictadura de Franco se cambió el nombre de la calle por el de Requeté (nombre que se daba a los soldados carlistas) Aragonés en un nada sutil intento de compensación a esos pobres hombres que perdieron en el ataque más chapucero que ha tenido la ciudad de Zaragoza. Con la transición volvió a su nombre original, pero vuestro abuelos aun se acordarán de la calle Requeté Aragonés, seguro.

Angry Carlist Seal of Disappoval

Como bonus track: después de que la Primera Guerra Carlista finalizara a favor de los isabelinos con el Convenio de Oñate el 29 de agosto de 1839 y acompañando al general Espartero, Juan  Cabañero entró en 1840 en la ciudad que dos años antes le había ridiculizado tácticamente dos años antes. Se cuenta que en el 38, nada más entrar en la ciudad y en un acto de arrogancia entró a tomarse un chocolate caliente pero que tuvo que huir antes de siquiera probarlo. Los zaragozanos, mordaces como somos y al verlo pasar otra vez por las calles que quiso conquistar, le gritaban a Cabañero “¡Ya se te ha enfriado el chocolate!”.

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