sábado, 3 de noviembre de 2012

La Gran Guerra (vol. III)




Mientras bebo una cerveza alemana (si, hoy no toca té, no sé porqué) de trigo con miel (me enganché a esa mierda en Berlín, lo siento) y escucho a Tchaikovky me acabo de acordar fugazmente de la Gran Guerra. La artillería de campo es genial, ya lo sabía Tchaikovky cuando compuso su “obertura de 1812” y metió en medio de los instrumentos de orquesta normales unos buenos cañones que sonaran bien épicos.

Suena extraño, pero unos cañones me han hecho acordarme de las embarradas trincheras castigadas por la artillería enemiga del Somme, por ejemplo. Es gracioso porque estoy cómodamente sentado en mi casa en un clima perfecto para invadir Francia a través de lo que viene a ser el Benelux. También me dan ganas de dejarme un enorme bigotón y de comer chucrut, lo cual es extraño porque la col no me gusta ni en su estado natural.

En resumidas cuentas, hacer algo de esto.



Otra cosa graciosa es que irónicamente la guerra estática surgió a causa de la movilidad. Desde finales del s.XIX y principios del  s.XX se había mejorado inmensamente la infraestructura, tanto para ferrocarriles como para automóviles, por lo que si el enemigo atacaba en Ville du Monamour o en Chamin des Croissant tú cogías a todos los reclutas barbilampiños y los metías en un vagón de ganado. Cuando llegaban pegaban cuatro tiros, le daban a algo (o alguien) si tenían suerte, el enemigo pensaba que había más soldados de los que realmente había  en ese sector y se retiraba. Apenas habían acabado de pegar tiros cuando te enterabas que atacaban Oradour sur le Baguette, así que hala, vuelta al vagón y vuelta a empezar. Divisiones enteras de los dos bandos estuvieron mucho más tiempo haciendo turismo  on rails por el frente que combatiendo.

Animalicos, mira como saludan alegres y ajenos a lo que les espera.


Por esa razón el frente occidental era tan estático y los países balcánicos eran ratoneras. ¿Por qué Alemania no entro en Europa Oriental y sacó a los aliados de Francia e Inglaterra a collejas? Muy fácil, porque no había buen sistema de comunicaciones, como mucho caminos de cabras que se embarraban si caían cuatro gotas los cuales no eran muy buenos para los camiones de suministros ni ambulancias: los ingleses, con su particular sentido del humor llamaban al frente de Salónica Muckydonia en un sagaz juego de palabras entre Macedonia y muck (estiércol). Sin contar con un fenómeno que empezó a producirse en la Primera Guerra Mundial: el partisano. Gente que se echaba al monte con un zurrón lleno de pan duro y balas para su mosquete y que te podía joder un precioso día de exterminio serbio. Obviamente a los que pillaban se les invitaba a mejorar la puntería del pelotón de turno atados a una estaca.

Excepto los escoceses, esos tíos son tan duros que podrían ir hasta el infierno con faldas y a lo loco.


Si, los trenes fueron un acierto para muchos países combatientes que eran tratados de la misma forma que el ganado, como la reciente unificada Alemania, que gozaba con un eficiente sistema ferroviario (alemanes, todo lo hacen de forma eficiente). Sin embargo, para el Imperio Austrohúngaro y su galimatías de anchos de vías significó su Waterloo porque tenían que estar subiendo y bajando de vagones a todas horas en vez de disparando a vagos italianos, que es lo que deberían haber estado haciendo en el Isonzo desde el principio.

Pero dejemos el frente italiano y sus infructuosos desvaríos para la próxima actualización, que es un tema de altura.

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